viernes, 19 de noviembre de 2010

N i c o l a C a r a c o l a

Era pequeña, tenia el pelo cortito y una margarita en la mejilla que me fascinaba. La veía venir corriendo a mi al ritmo del loco del ojo chico o mejor aun... Sentir venir sus piecitos al ritmo de alguna canción de los 4 del peinado de hongo. Ella era la Lucy de mis días, de mi cielo con diamantes y locas nubes que pelaban todo el día a todo el mundo. La niña que jugaba a crear dinosaurios y comer a los niños que jugaban ping-pong en el patio.
Pero también habían otros momentos, los momentos tristes, donde me escondía en sus piernitas a dormir y llorar un rato y ella con su eterna paciencia me escuchaba y así era como finalmente recibía alguna cartita llena de colores y locos dibujos para animarme...
¿Cómo podría haber olvidado alguna vez a alguien como ella? Olvidar los panfletos, los amuletos, las nicolas, las caracolas, los perros y los arquitectos (¡Nunca me he reído asi!)
A mi no se me olvidar y aun que hoy este mas grande, con mas primaveras, en otros mundos sé que vuela por mi cielo de vez en cuando buscandome... Yo espero sus cartas, ella las mias.
Ella me hace feliz, es mi Nicola Caracola y yo la amo.

martes, 16 de noviembre de 2010

un campo de fuerza


debería tener un campo de fuerza impenetrable no precisamente para que me protegiera de los demás mas bien sería para proteger a los demás de todo el daño que, he notado, puedo hacer...

(perdoname por favor)

tambienesmiprimeravez

Son tus manos novatas
y mis labios promiscuos entregados de una vez
un acto amatorio

se acabó

Se que a lo largo de mi vida piense de vez en vez en ti...
Quizás sonría... o quizás me aflija un poco...
Estamos en mundos distintos, con distintos intereses, con distintas responsabilidades,
todo entre nosotros parece mas difícil de concretar por tantas diferencias
pero me hace reír cuando pienso que en "ese tiempo" jamás nos importó.
Teníamos un mundo propio creado por ambos... algo que tratamos de cuidar. La burbuja.
¿La recuerdas? Estaba totalmente apartada de toda realidad conocida para nosotros, apartada de todo aquello que nos dañara, de todo aquello que nos aflijiera, de todos nuestros problemas por que ahi solo cabiamos nosotros...
El cosmonauta viajando a un planeta lejano donde lo esperaban día y noche.
Pero la burbuja se reventó... y el Cosmonauta jamás llegó.

madrugada

Me llama la atención esta hora.
Ni un pájaro canta, ni un sonido solo el viento acariciando las casas y los árboles.
Los autos de los trasnochados y los amantes se hacen sentir a momentos.
3 A.M es en definitiva mi hora favorita.
Solo puedo escuchar como se quema el cigarro a cada calada...
Debería cortarse la luz en mi Maipú a medias para ver las estrellas un momento
viajar a otra galaxia...

primera cimarra


Temblando de la ansiedad mire por la ventana del auto.
-Que te vaya bien hoy- dijo mi papá y sacó el seguro de la puerta.
-¿Y cómo mas crees que me irá?- repusé algo enojada. Estar nerviosa me pone de mal humor.
-Pues... esfuerzate- Y cerró la puerta tras de mi, acelerando y desapareciendo al final de la calle.
Hoy es el dia. Hoy pienso hacer esas cosas que yo no hago y que no me vengan con "la niña buena se reveló". Esto es mi asunto.
Emprendí camino al metro, tenia todo planeado. Me iría a casa de mi mejor amiga y pasariamos la mañana haciendo nada.
Comencé a correr solo por los nervios.
Iba cantando. Me sentía la reina del mundo engañando a todos.
Subi al metro, me quedé mas tranquila. Ya sentia que tenía la misión casi cumplida por completo y cada vez me hacia sentir mas grande y poderosa.
Sali del metro contenta, era la primera vez y hasta el momento todo iba mejor de lo que esperaba. Compré cuchuflis.
Y entonces pasó lo peor...
-¿Está rico el cuchufli?- dijo una voz a mi espalda. Me recorrió el terror. Volteé y ahi estaba...
Mi mamá.
-La verdad... tiene poco manjar- dije mirandola aterrada.
Y asi fue mi primera cimarra.
De una oreja para la casa.

el lado oscuro del corazón

"Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo, un cutis de durazno o de papel de lija, le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisiaco o con un aliento insecticida, soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias, pero eso si y en esto soy irreductible, no les acepto bajo ningún pretexto que no sepan volar,

sino saben volar pierden el tiempo conmigo…"

bellas palabras... hermosa pelicula

mitomania

Tendencia morbosa a desfigurar, engrandeciendo la realidad de lo que se dice.

Te subió al cielo según tú, le contamos y nos dijo que era mentira.
Si es por engrandecer, quizás cual de los dos era realmente el mentiroso.

última mirada a un sueño

Cuando llegué (y me fui) de esta ciudad hace años creo que no deje más que lo feo que se pone todos los días.
Hace ya poco, por tramites sin hacer, tuve que volver.
Era otro lugar, bueno sea este tramite que me trae de nuevo para descubrirlo, un lugar de sueños, un lugar que le abre los brazos a un simple viajero como yo.
La primera mirada, el primer abrazo, el primer apretón de manos y otra vez todo nuevo.
Me siento algo cegado, ya nada parece totalmente verdad...
Comienzo a dudar y manos, papeles y risas de ensueño me ciegan de nuevo.

No creo estar arrepentido de nada.
Si... Me arrepiento de algo...

Me arrepiento de no haber traído la guitarra... Definitivamente...

lunes, 15 de noviembre de 2010

acomplejada


De lejos se ve triste, las ojeras están mas notorias ¿Durmió anoche? Quien sabe.
Está sentada en la banquita del patio con unas galletas en las manos. No las abre.
Las da vueltas, las mira y luego sigue en su análisis al patio. Mira la tabla de la información nutricional. Se altera. ¿Qué pasa? Abre las galletas y saca una. Mira la galleta como si fuese algo detestable y la come, la saborea, cierra los ojos, aprieta los puños, se levanta y tira las galletas al basurero.
Le gustaría ser una princesa.
Tendrá problemas. ("me gusta hacerlo")

deseo

Ibamos en el auto y la vi.
-Papá, tienes una pestaña- dije acercando mi mano para sacarla.
-Oye, no, no dejame mi ojo tranquilo- decía él mientras trataba de apartar mis manos.
-Dejame sacarla luego, antipatico- tomé la pestaña entre mis dedos- Pide un deseo.
-Y QUE TAL SI DESEO QUE ME SALGA ARRIBA- respondió mirando el camino con una sonrisa burlona.

tú y tus cosas...

se necesita

loreto quiere salir
loreto quiere bailar descontroladamente
loreto quiere olvidar todo por un momento
loreto quiere irse a la punta del cerro
loreto quiere una bicicleta
loreto quiere ir a la playa en invierno
loreto quiere que el clima siga bipolar
loreto quiere soñar esta noche
loreto quiere una pila de cuadernos lindos
loreto quiere leer muchos libros
loreto quiere salir a escuchar música
loreto quiere dejar de ser una indecisa
loreto quiere irse a dormir pero pensar tantas cosas no la deja...
loreto quiere llamarse Yolanda por lo menos un dia.
loreto... ya no quiere nada

domingo, 14 de noviembre de 2010

leyendo entre líneas


te miraba mientras hablabas, miraba tus ojos que hojeaban el libro y leías... tus pupilas se balanceaban de un lado a otro y de repente se encontraban con las mías, y yo me volvía a preguntar por enésima vez "¿qué será?"... era un momento extraño en el que el ruido de las micros, las luces de la plaza y la gente que pasaba hacían de lienzo para que yo pudiera ver en tus ojos el nudo en la garganta, la pena contenida... como cortázar, me aguantaba las ganas de abrazarte y decirte que todo iba a estar bien; no quería disolver ese momento en que abría las cortinas y te veía tan linda, tan vulnerable y sentía que no podía dejarte ir así, como se deja ir a cualquier persona...

si me hablas de esa forma, de verdad me pones como en una encrucijada.

La orientación de los gatos

Cuando Alana y Osiris me miran no puedo quejarme del menor disimulo, de la menor duplicidad. Me miran de frente, Alana su luz azul y Osiris su rayo verde. También entre ellos se miran así, Alana acariciando el negro lomo de Osiris que alza el hocico del plato de leche y maúlla satisfecho, mujer y gato conociéndose desde pianos que se me escapan, que mis caricias no alcanzan a rebasar. Hace tiempo que he renunciado a todo dominio sobre Osiris, somos buenos amigos desde una distancia infranqueable; pero Alana es mi mujer y la distancia entre nosotros es otra, algo que ella no parece sentir pero que se interpone en mi felicidad cuando Alana me mira, cuando me mira de frente igual que Osiris y me sonríe o me habla sin la menor reserva, dándose en cada gesto y cada cosa como se da en el amor, allí donde todo su cuerpo es como sus ojos, una entrega absoluta, una reciprocidad ininterrumpida.

Es extraño, aunque he renunciado a entrar de lleno en el mundo de Osiris, mi amor por Alana no acepta esa llaneza de cosa concluida, de pareja para siempre, de vida sin secretos. Detrás de esos ojos azules hay más, en el fondo de las palabras y los gemidos y los silencios alienta otro reino, respira otra Alana. Nunca se lo he dicho, la quiero demasiado para trizar esta superficie de felicidad por la que ya se han deslizado tantos días, tantos años. A mi manera me obstino en comprender, en descubrir; la observo pero sin espiarla; la sigo pero sin desconfiar; amo una maravillosa estatua mutilada; un texto no terminado, un fragmento de cielo inscrito en la ventana de la vida.

Hubo un tiempo en que la música me pareció el camino que me llevaría de verdad a Alana, mirándola escuchar nuestros discos de Bartok, de Duke Ellington, de Gal Costa, una transparencia paulatina me ahondaba en ella, la música la desnudaba de una manera diferente, la volvía cada vez más Alana porque Alana no podía ser solamente esa mujer que siempre me había mirado de lleno sin ocultarme nada. Contra Alana, más allá de Alana yo la buscaba para amarla mejor; y si al principio la música me dejó entrever otras Alanas, llegó el día en que f rente a un grabado de Rembrandt la vi cambiar todavía más, como si un juego de nubes en el ciclo alterara bruscamente las luces y las sombras de un paisaje. Sentí que la pintura la llevaba más allá de sí misma para ese único espectador que podía medir la instantánea metamorfosis nunca repetida, la entrevisión de Alana en Alana. Intercesores involuntarios, Keith Harrett, Beethoven y Anibal Troilo me habían ayudado a acercarme, pero frente a un cuadro o un grabado Alana se despojaba todavía más de eso que creía ser, por un momento entraba en un mundo imaginario para sin saberlo salir de si misma, yendo de una pintura a otra, comentándolas o callando, juego de cartas que cada nueva contemplación barajaba para aquel que sigiloso y atento, un poco atrás o llevándola del brazo, veía sucederse las reinas y los ases, los piques y los tréboles, Alana.
¿Qué se podía hacer con Osiris? Darle su leche, dejarlo en su ovillo negro satisfactorio y ronroneante; pero a Alana yo podía traerla a esta galería de cuadros como lo hice ayer, una vez más asistir a un teatro de espejo y de cámaras oscuras, de imágenes tensas en la tela frente a esa otra imagen de alegres jeans y blusa roja que después de aplastar el cigarrillo a la entrada iba de cuadro en cuadro, deteniéndose exactamente a la distancia que su mirada requería, volviéndose a mí de tanto en tanto para comentar o comparar. Jamás hubiera podido descubrir que yo no estaba ahí por los cuadros, que un poco atrás o de lado mi manera de mirar nada tenía que ver con la suya. Jamás se daría cuenta de que su lento y reflexivo paso de cuadro en cuadro la cambiaba hasta obligarme a cerrar los ojos y luchar para no apretarla en los brazos y llevármela al delirio, a una locura de carrera en plena calle. Desenvuelta, liviana en su naturalidad de goce y descubrimiento, sus altos y sus demoras se inscribían en un tiempo diferente del mío, ajeno a la crispada espera de mi sed.

Hasta entonces todo había sido un vago anuncio, Alana en la música, Alana frente a Rembrandt. Pero ahora mi esperanza empezaba a cumplirse casi insoportablemente, desde nuestra llegada Alana se había dado a las pinturas con una atroz inocencia de camaleón, pasando de un estado a otro sin saber que un espectador agazapado acechaba en su actitud, en la inclinación de su cabeza, en el movimiento de sus manos o sus labios el cromatismo interior que la recorría hasta mostrarla otra, allí donde la otra era siempre Alana sumándose a Alana, las cartas agolpándose hasta completar la baraja. A su lado, avanzando poco a poco a lo largo de los muros de la galería, la iba viendo darse a cada pintura, mis ojos multiplicaban un triángulo fulminante que se tendía de ella al cuadro y del cuadro a mí mismo para volver a ella y aprehender el cambio, la aureola diferente que la envolvía un momento para ceder después a un aura nueva, a una tonalidad que la exponía a la verdadera, a la última desnudez. Imposible prever hasta donde se repetiría esa ósmosis, cuántas nuevas Alanas me llevarían por fin a la síntesis de la que saldríamos los dos colmados, ella sin saberlo y encendiendo un nuevo cigarrillo antes de pedirme que la llevara a tomar un trago, yo sabiendo que mi larga búsqueda había llegado a puerto y que mi amor abarcaría desde ahora lo visible y lo invisible, aceptaría la limpia mirada de Alana sin incertidumbres de puertas cerradas, de pasajes vedados.

Frente a una barca solitaria y un primer piano de rocas negras, la vi quedarse inmóvil largo tiempo; un imperceptible ondular de las manos la hacia como nadar en el aire, buscar el mar abierto, una fuga de horizontes. Ya no podía extrañarme que esa otra pintura donde una reja de agudas puntas vedaba el acceso a los árboles linderos la hiciera retroceder como buscando un punto de mira, de golpe era la repulsa, el rechazo de un limite inaceptable. Pájaros, monstruos Marinos, ventanas dándose al silencio o dejando entrar un simulacro de la muerte, cada nueva pintura arrasaba a Alana despojándola de su color anterior, arrancando de ella las modulaciones de la libertad, del vuelo, de los grandes espacios, afirmando su negativa frente a la noche y a la nada, su ansiedad solar, su casi terrible impulso de ave fénix. Me quedé atrás sabiendo que no me sería posible soportar su mirada, su sorpresa interrogativa cuando viera en mi cara el deslumbramiento de la confirmación, porque eso era también yo, eso era mi proyecto Alana, mi vida Alana, eso había sido deseado por mí y refrenado por un presente de ciudad y parsimonia, eso ahora al fin Alana, al fin Alana y yo desde ahora, desde ya mismo. Hubiera querido tenerla desnuda en los brazos, amarla de tal manera que todo quedara claro, todo quedara dicho para siempre entre nosotros, y que de esa interminable noche de amor, nosotros que ya conocíamos tantas, naciera la primera alborada de la vida.

Llegábamos al final de la galería, me acerqué a la puerta de salida ocultando todavía la cara, esperando que el aire y las luces de la calle me volvieran a lo que Alana conocía de mi. La vi detenerse ante un cuadro que otros visitantes me habían ocultado, quedarse largamente inmóvil mirando la pintura de una ventana y un gato. Una última transformación hizo de ella una lenta estatua nítidamente separada de los demás, de mí que me acercaba indeciso buscándole los ojos perdidos en la tela. Vi que el gato era idéntico a Osiris y que miraba a lo lejos algo que el muro de la ventana no nos dejaba ver. Inmóvil en su contemplación, parecía menos inmóvil que la inmovilidad de Alana. De alguna manera sentí que el triángulo se había roto, cuando Alana volvió hacia mí la cabeza el triángulo ya no existía, ella había ido al cuadro pero no estaba de vuelta, seguía del lado del gato mirando más allá de la ventana donde nadie podía ver lo que ellos veían, lo que solamente Alana y Osiris veían cada vez que me miraban de frente.

Julio Cortázar

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La conozco bien: es pelirroja como yo; tiene una enfermedad en el vientre. Se pudre dulcemente bajo las faldas, con una sonrisa melancólica, semejante al olor a violetas que exhalan a veces los cuerpos en descomposición. Un estremecimiento me recorre de la cabeza a los pies: ella... ella es lo que me aguardaba. Estaba allí, irguiendo su busto inmóvil sobre el mostrador; sonreía. Desde el fondo de este café, algo retrocede a los momentos dispersos del domingo y los suelda unos con otros, les da un sentido: he atravesado todo este día para rematar aquí, con la frente pegada a este vidrio, para contemplar ese fino rostro que se abre sobre una cortina granate. Todo se ha detenido: este gran vidrio, ese aire pesado, azul como agua, esa planta carnosa y blanca en el fondo del agua, y yo mismo, formamos un todo inmóvil y pleno; soy feliz.

La náusea